domingo, 27 de diciembre de 2015

Traduttore, traditore: Chejov traducido del ruso



Cuando en la edición de Austral de La sala número seis y otros cuentos, de Chejov, traducidos  “del ruso” por N(icolas) Tasín, leyendo el sorprendente relato “Volodya”, el adolescente de tal nombre piensa en su amor por Nyuta, una mujer casada de treinta años, se encuentra ridículo en comparación con ella. A continuación leemos: “Entonces imaginó que era calvo, guapo, ingenioso y vestido a la última moda. De este modo podía acercarse a ella; sin duda alguna.”
Nos quedamos estupefactos con el primero de los atributos imaginarios. ¿Por qué demonios desearía un joven ser calvo para poder seducir a una mujer? Querríamos tener delante el original del texto para comprobar tan extraña lección. Pero ocurre que no tenemos ese documento, ni sabríamos leerlo en caso de poseerlo, pues ignoramos la lengua rusa. Solo nos queda buscar otras traducciones en lenguas conocidas para confrontar ese uso.
En primer lugar nos vamos a la otra traducción al castellano de que disponemos, la de Juan López Morillas en Alianza Editorial (El violín de Rotschild y otros relatos). Allí nos encontramos lo siguiente: “Así, pues, se apresuró a imaginarse guapo, atrevido, chistoso, vestido a la última moda.” Desaparece la última oración, y el atributo sospechoso cambia por atrevido, aunque en ordenación ligeramente diferente. Desde luego, resulta más lógica esta enumeración que la anterior. ¿Quién tendrá razón?
    Si nos vamos a una traducción francesa que encontramos en el ciberespacio (hecha por Denis Roche, en 1922, del ruso), hallamos la siguiente versión: “Il s’empressait alors de se rêver beau, hardi, spirituel, habillé à la dernière mode...”.  “Beau, hardi” pueden muy bien traducirse por “guapo, atrevido”, con lo que nos viene a confirmar que la traducción de López Morillas –que además presenta el mismo orden que la francesa- resulta más coherente y que  probablemente el “calvo” de Tasin no sea sino un error. Pero, ¿de dónde pudo salir tan tremendo error? La respuesta nos la va a proporcionar la última traducción que consultamos, también en Internet.
Se trata de la traducción al inglés clásica, la de Constance Garnett (1861-1946), primera traductora al inglés de los narradores rusos y la que los dio a conocer en lengua inglesa. Reza así: “then he made haste to imagine himself bold, handsome, witty, dressed in the latest fashion.” La clave está aquí: bold en inglés significa atrevido, osado; pero se parece mucho a bald, que significa calvo. Pensamos que N. Tasin no traducía del ruso, como afirma la edición de Austral, sino que lo hacía del inglés y cometió un gazapo estremecedor a causa de una imperdonable confusión de vocablos.
A menos que ya en ruso haya una semejanza de vocablos como la del inglés y el error procediera de allí, pero eso me lo tendría que aclarar alguien que supiera ruso y pudiera manejar el texto original de Chejov. El guante está lanzado.

P.S. Mi ex-alumna Diana Mykhalyuk, que sabe ruso, me confirma que, en el original de Chejov, la enumeración (красивым, смелым, остроумным, одетым по самой последней моде…tiene que traducirse "guapo, valiente, ingenioso, vestido según las últimas tendencias". El término en cuestión (смелымpuede traducirse como "valiente, osado, atrevido", es decir, "bold" en inglés, que produce la confusión, pero nunca como "calvo". Quod erat demostrandum.

P.D. Leyendo un ensayo de Ricardo Baeza (gran traductor, entre otros, de Oscar Wilde) sobre la traducción, de igual título que este post (Traduttore: traditore), donde se queja del bajo nivel de las traducciones a lengua española en su época (escribe en 1928), hace la siguiente observación, que creemos viene muy a cuento con lo que acabamos de analizar: "dejando a un lado ese fraude de traducir de una traducción, tan frecuente entre aquellos traductores que gustan precisamente de figurar como traductores "directos" del inglés, el alemán o el ruso."
(Subrayado mío. ¿Estaría pensando en Tasin, que traduce a Chejov en los años 20?)

lunes, 14 de diciembre de 2015

1º Bachto. Trabajo voluntario 2ª Evaluación

- Se tratará de hacer individualmente y escrito a mano un comentario de texto, siguiendo el modelo de los que se hacen en clase o el del Lazarillo de Tormes que os entregué, y que, por tanto, constará de las siguientes fases:

1- Localización.
2- Tema.
3- Estructura interna.
4- Comentario de la forma en relación con el contenido.
5- Conclusión.

- Se podrán elegir los 
textos publicados en el blog como ampliación de la materia de clase que correspondan al período de literatura estudiado: de la Edad Media al Barroco. A saber:

- Romance del infante Arnaldos,
- Romance de Álora, la bien cercada,
- fragmento de García Lorca en relación con Manrique,
- fragmento de La Celestina (“la música de las palabras”),
-  soneto de Garcilaso sobre Dafne y Apolo,
- Oda a Salinas, de Fray Luis de León
- fragmento de Santa Teresa (episodio de la transverberación),
- poema de San Juan de la Cruz: “En una noche oscura”,
- el soneto con estrambote de Cervantes,
- descripción de Dulcinea de Cervantes
- soneto de Lope de Vega: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”
- la prosa conceptista de Gracián: “Aplicación y Minerva”
- un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz



Se los puede localizar en el blog por fechas: entre diciembre de 2008 y marzo de 2009. O poniendo los nombres oportunos en el buscador interno.

- Habrá que 
avisar al profesor del texto que se va a trabajar antes del 2 de febrero. Y el trabajo se entregará con fecha límite del 16 de febrero. (N.B. Por los motivos expuestos en clase la fecha límite de entrega se adelanta al 28 de enero. Hay que avisar del texto elegido con anterioridad a esa fecha.)

- El trabajo voluntario puede subir 
hasta 1 punto la nota de la evaluación.

domingo, 13 de diciembre de 2015

La Pardo Bazán nos resume una leyenda de Bécquer: El Beso

Doña Emilia Pardo Bazán, visitando un convento cercano a Santiago de Compostela, y contemplando las esculturas de los marqueses de Ayamonte, cree reconocer la pareja de estatuas que protagonizan la leyenda El beso, de Bécquer, que, de paso, nos resume magistralmente:


Mirándole tan reposado y digno en su actitud, acordéme del vencedor de Cerinola, héroe de piedra de la inimitable leyenda de Bécquer, El Beso. Quien haya leído las fantásticas narraciones del poeta sevillano, recordará aquella en que un joven oficial del ejército invasor de Napoleón, obligado a alojarse y pasar la noche en la iglesia de un convento, se enamora perdidamente de una estatua orante de mujer hermosísima que allí encuentra; habla de ella a sus compañeros de guarnición, la pinta con vivos y mágicos colores: primero se burlan de tan extraño amor, pero después, movidos ya de curiosidad, deciden ir la noche siguiente a conocer a la dama de mármol que roba a su amigo el sentido. Acuden en efecto a la vieja iglesia, cuyo lóbrego recinto ilumina la escasa claridad de una linterna. En el fondo del arco sepulcral ven a la dama, que a todos sorprende por su belleza maravillosa. Pero la iglesia está fría y húmeda; encienden para calentarse una gran fogata hecha con trozos de la rica sillería tallada del coro, se sientan alrededor de la lumbre, destapan botellas y corre el espumoso champaña trastornando los juicios: el grupo de militares se anima, unos cantan báquicas canciones, otros profanan con gritos y blasfemias la nave solitaria. Entretanto el capitán francés bebe como un desesperado, sin apartar los ojos de la estatua que, al rojizo resplandor del fuego, parece de carne, y dijérse que se ruboriza ante el sacrílego espectáculo. Los vapores de la embriaguez turban el cerebro del oficial, que, levantándose, va a ofrecer una copa de champaña al noble guerrero arrodillado junto a la dama. Sus compañeros reprenden su osadía, y él, más exaltado cada vez, exclama contemplando la efigie de mujer: “Miradla, miradla. ¿Queréis más vida, queréis más realidad? Esa mujer de piedra parece incitarme con su fantástica hermosura. Un beso, sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume…” Y se dirige a la estatua con los brazos abiertos, como fuera de sí; pero en el mismo punto de tocarla cae al suelo, ensangrentado y deshecho el rostro. El inmóvil guerrero, alzando la mano, le había derribado con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra. 
(“Impresiones santiaguesas. Una joya del arte renaciente”)

lunes, 7 de diciembre de 2015

Un ejemplo del humorismo inglés: De Quincey

Esta magnífica gradación retrógada constituye un excelente ejemplo del humorismo británico. En este caso con su toque de humor negro. Procede de Thomas de Quincey en Del asesinato considerado como una de las bellas artes:

“Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse.”